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lunes, 16 de junio de 2014

CUANDO LA IGNORANCIA Y LA MALDA SE UNEN FORMAN A UN PERIODISTA LLAMADO FELIX RUIZ CARDADOR.


Este articulo no merece más comentario que el del titular de nuestro blog.


El Día de Córdoba

Parcelas: hacia la 'solución final'


Urbanismo. La resolución y legitimación del fenómeno del parcelismo irregular se acerca tras años y años de debilidad y flexibilidad ética de los poderes públicos

FÉLIX RUIZ CARDADOR | ACTUALIZADO 15.06.2014 - 07:30
L OS parcelistas, esa otra Córdoba, se reunieron ayer en cumbre ortodoxa en el Centro Cívico de El Higuerón para debatir sus cuitas, aunar criterios y negociar con la autoridad competente, que acudió allí con variada tonalidad política. No es que entre los propietarios se maneje un proyecto común de ciudad, sino que para salvar cada uno su caso particular y abaratar el asunto saben desde hace mucho que su mejor baza es presentarse en bloque, y en eso andan. Luego, cuando cada uno resuelve lo suyo, pues se disgrega del grupo y tal, cosa lógica ya que el parcelismo irregular no es una ideología, ni una filosofía ni una creencia. Es simplemente lo que es: ahora todos juntos y luego cada cual a su barbacoa de obra y a su piscina construida a ratos los domingos con, eso sí, no poco esfuerzo. En fin, que en su día les dejaron construir donde les salió de las narices y ahora, pragmáticos, utilizan los argumentos que pueden y las armas que tienen para conseguir sus objetivos iniciales: tener casita campestre y servicios básicos cerca de la urbe y con un coste que de otro modo, ateniéndose a las normas, no habrían podido conseguir. Pura esencia humana en su versión más comprometida con el yo y menos comprometida con el nosotros. Aunque ellos los negarán, muchos somos los que pensamos que el asunto no tiene más lecturas posibles. 

La solución final, en todo caso, se acerca. Políticos de variado signo, pero de similar comportamiento, han pasado en los últimos lustros por las dependencias de Urbanismo ostentando bastón de mando y, al final, la esencia de sus manejos ha sido siempre medio que la misma. En un principio fue la permisividad más absoluta con un fenómeno que amenazaba al entorno no urbanizable de Córdoba hasta límites grotescos (aeropuerto, Medina Azahara, río); luego, el pavor a adoptar cualquier decisión que sirviese para que esta ciudad retomase las riendas de sus intereses comunes urbanísticos por encima de los intereses de unos cuantos. La mano dura, con suma tardanza, ha llegado al fin, y ahí andan fiscales y jueces tratando de ejemplificar cuando pueden e intentando que este fenómeno no vaya más allá de lo que ya fue. La herencia del parcelismo quedará sin embargo por muchos años indeleble en todas esas urbanizaciones un tanto caóticas que crecieron como champiñones mientras sólo los ecologistas y unas cuantas voces éticas y marginadas daban la voz de alarma y avisaban de los desastres del mañana (¿se ha hecho algo, por cierto, en las viviendas inundables?). 

Lo peor del parcelismo irregular, sin embargo, no es ya la triste herencia que deja en el urbanismo de amplias zonas de la ciudad. No es esa Córdoba un tanto destartalada sin orden ni concierto en la que cada cual construyó como le venía en gana hasta hacer de aquello un pastiche en el que convive lo rústico, lo desmadejado y lo hortera. Lo peor, sin duda lo peor, es que este fenómeno ha demostrado la escasa credibilidad de unos poderes públicos timoratos y cuyo único criterio es calcular los efectos electorales de cada decisión que toman. El relajo ético del poder, que en casos así, cuando mucha gente se une y amenaza con un desplante en las urnas, se olvidan de los intereses generales y se pliegan a lo que sea menester. Faltaría. 

Lo que ahora negocian los parcelistas no es sino más de lo mismo. Ayer, de hecho, salieron muy contentos, pues la Gerencia ha decidido facilitarles aún más las cosas para poder contar con servicios y le ha propuesto una rebaja en los procesos de urbanización que asciende en muchos casos a miles de euros de reducción. Los parcelistas, por supuesto, quieren limar aún más y dejar la cosa más ajustadita, y lo más probable es que así sea pues lo que observa en la clase política actual es una especie de unidad a la hora de entender que este es un problema, una cruz heredada o no tanto, que no tiene más solución que sacarse hacia adelante como sea. Habrá grandes beneficiarios, por supuesto, ya que en unos años algunos podrán poner a la venta sus casas con enorme beneficio. 

En fin, que esto es lo que hay tras tantísimos dimes y diretes y ahí quedará por siempre ese monumento disgregado a la permisividad y la flexibilidad moral de los que deberían mirar por la ciudad que los votó. Flexibilidad, por cierto, fue la palabra que los mismos parcelistas utilizaron para definir lo que ahora están encontrando en quienes mandan en esto del urbanismo. 

Lo curioso es que algunos incluso piensan que el punto final al fenómeno parcelista es esto que ahora vivimos, cuando eso, visto lo visto en nuestra historia reciente, debería considerarse cuando menos dudoso. Ahora no hay un duro y no construye nadie, pero cuando amaine el temporal ya veremos. Cuando se muestra la debilidad que por aquí se muestra, las tragaderas, lo normal es que la gente tome nota y guarde memoria para el futuro. En todo caso, ahí estarán por largos años las parcelas, los chaleses, las barbacoas de obra, para recordarle al personal que siempre hay un camino para construirse un futuro de lo más molón tocando las teclas del piano adecuadas. Y mientras tanto miles y miles de cándidos cordobeses pagando nuestras hipotecas, impuestos y alquileres con religiosidad cartuja. Santos somos, santos.


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